Parece novedad, pero en realidad nació junto y dentro del ser humano. Es una capacidad intrínseca de todos que al correr del tiempo y de las culturas se fue limitando, prohibiendo, convirtiendo en pecado y castigando, amenazando y en el mejor de los casos rechazando. Es el monstruo devorador del pensamiento monogámico. Destruye la jerarquía, exclusión, confrontación, exclusividad competitiva, superioridad y la naturalización de la violencia, de los celos, del control, de los miedos, de las traiciones, de la soledad narcisista.
Pero pasaron siglos de represión de esta capacidad natural humana, y entonces ahora parece novedad que unas cuantas personas se autorreconocen y aceptan que les pasa “eso”, y que perciben tener el derecho de amar a varias personas simultáneamente.
Finalmente ni es tan raro, la cultura nos da el derecho de amar conjuntamente a familiares, hijos, nietos, amigos, vecinos, amantes. Pero amantes… sólo uno a la vez (y para toda la vida) ¿para qué servirá esta restricción?… ¿Cuál es la diferencia entre todos los amores (permitidos) de nuestras redes afectivas y el amor a nuestros amantes…? Mmm… ¿será que a veces compartimos otra capacidad igualmente natural del ser humano como el erotismo?… no… pues hay erotismo en todas las artes, en la música, en la naturaleza… en una excelente plática, en una comida compartida… ¿entonces cuál es la diferencia?… ¿será que un mantel es muy distinto que una sábana?… no… a veces frente al mantel hay más erotismo que sobre una sábana…
¡Entonces la diferencia es la reproducción de la especie!!… si reproducimos la especie con una persona, entonces todos los otros amores se convierten inmediatamente en secundarios. Sólo podremos amar al “reproductor” sobre todas las cosas…
Parecería poco importante reproducir la especie en un mundo superpoblado de seres humanos y cada vez de menos naturaleza… pero entonces ¿de dónde sale la prohibición de amar a más de una persona a la vez, cuando se extiende a las relaciones de pareja que son diferentes a las heterosexuales reproductivas?…
Tal vez surge de que nos creímos que “así es la vida”… con la jerarquía, la exclusión, la confrontación, exclusividad competitiva, la superioridad, la naturalización de la violencia, de los celos, del control y de los miedos, de las traiciones, de la soledad narcisista… naturalizamos esas conductas como la manera en que hay que vivir la vida porque “así es”. Resulta que hoy “es el primer día del resto de tu vida” y tal vez podamos reflexionar sobre todas esas preguntas…
Resulta que muchas de las experiencias que hoy se llaman poliamorosas generan relaciones con varias personas, pero desde esa manera monogámica de construir las interrelaciones. Entonces, cuando antes los corazones se rompían de uno en uno, ahora se rompen de varios en varios, porque sólo cambiaron la cantidad de personas, pero no la calidad de los vínculos.
Se están generando reflexiones y vivencias que tímidamente abren espacios para la construcción de un tipo de relaciones que podrían ser naturales si no estuviéramos co-construidos dentro del sistema monogámico, patriarcal, falocéntrico.
Lo que alimenta estas reflexiones es la discrepancia que hay entre la manera en que pensamos y la forma en que sentimos. En realidad, era habitual, muy frecuente, que las personas vivieran ese tipo de emociones y sentimientos “naturales”, pero lo hacían desde la culpa, la intriga, la mentira, el adulterio, las traiciones, la vergüenza y entonces dejaban de ser naturales… entonces… ¿cuál es la novedad?… la novedad es que ahora se está reflexionando sobre el sistema de creencias que nos lleva a vivir una vida de necesidades superfluas creadas por la moda, la publicidad y la política, en la cual nos resignamos a recibir limosnas afectivas y materiales, para tener una vida miserable que sólo sirve para sufrir.
Esas reflexiones buscan caminos nuevos en otras formas de comunicación y de cercanías afectivas que desafíen las costumbres de la “vida naturalizada”. Hay un buen espacio a indagar adentro nuestro, y es de-construir el concepto de amar como un queso, es decir, concebir al amor como finito, abstracto y natural e incursionar en ese mundo del amor como un verbo, como acción, como conducta de una capacidad que se desarrolla al infinito. Cambiar el concepto de amar nos lleva a modificar la manera en que construimos las relaciones de pareja amoroso-eróticas.
Estamos de un mundo de relaciones desiguales llenas de expectativas imposibles de cumplir, porque estamos condicionados por los estereotipos rígidos de lo que es una mujer y un hombre, que nos limita como seres humanos, lo que llevamos entre las piernas nos convierte en enemigos, competidores, privilegiados y oprimidos… donde la salida fácil que encontramos está en el individualismo narcisista, dónde sólo puedo ver por mí mismo, desconociendo que nunca son asuntos individuales, que tiene que ver con un sistema de creencias naturalizado y por lo tanto, factible de deconstruir.
Si reflexionamos cómo el sistema monogámico está relacionado con la violencia en general y con la violencia de género en particular y si no somos cuidadosos en evitar juzgar la necesidad de crianza de muchas mujeres que hoy tienen hijos chicos y que están inmersas en el modelo monogámico, también caeremos en otro tipo de violencias, el juicio proveniente de la desigualdad. Se trata de reflexiones donde vamos poniendo límites amorosamente firmes hacia nosotros mismos y a través del ejemplo personal aprendemos a amar y a ser amados de manera diferente a lo que impone el pensamiento monogámico. Luego lo compartimos y se van abriendo estos espacios donde cada vez más seres humanos hacen evidente la necesidad de volver a pensar y elegir cómo queremos vivir la vida.
Si el poliamor deja de ser un asunto de cantidad de personas y se convierte en una manera diferente de amar, entonces podría contribuir a una revolución de las creencias sexo-afectiva, con cambios significativos, profundos, reales y expansivos.