Las sensaciones en los primeros años de vida no tienen una connotación estrictamente sexual y genital, se percibe de forma ambigua y dispersa. Los padres y/o personas que los cuidan,
Blog | Pareja y Sexualidad - Part 3
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Además de la comunicación, existen otros aspectos que te harán disfrutar de una relación de este tipo ¿Sabes cuáles son?
Tus amigos o amigas y tú deciden salir el viernes por la noche. Al llegar al lugar, una persona se te acerca. Comienzan a platicar, intercambian teléfonos y deciden salir al día siguiente.
Todo está perfecto. Tú quieres conocerlo/la, tampoco te niegas a relacionarte con más gente y pasarla bien. No tienes intención alguna de formalizar con nadie. Sin embargo, la otra persona sí. Oh-oh. Houston, tenemos un problema.
¿O no?
No, en realidad, no. No hay ningún problema. El problema reside en la falta de comunicación y en las falsas expectativas.
Platicamos con Nilda Chiaraviglio, psicoterapeuta, escritora, conferencista y Fundadora de Clínica Crisálida, quien nos platicó cuáles son las tres reglas en las que se basa el éxito de una relación sin compromiso.
“Lo primero es establecer qué significa un compromiso. La palabra viene del latín ‘compromissum’ que significa un acuerdo hecho delante de un árbitro, que puede ser ante la ley, o bien, un terapeuta o un representante de la Iglesia que medie el comportamiento de ambas personas que asumen este acuerdo. Todas las relaciones que no tienen esto son sin compromiso”, nos dijo Nilda.
Para que una relación de cualquier tipo arranque, se requiere un solo encuentro que se puede dejar abierto (o no) y, posteriormente, surge la posibilidad de una segunda oportunidad para verse. “Las personas van ajustando esto en la medida en la que van conociendo al otro o a la otra y reconociéndose a sí mismos. Cada quien decide qué es lo que quiere y es muy importante expresarlo”.
Por tanto, el primer secreto es la comunicación mediante preguntas y respuestas en donde se establezcan los recovecos del acuerdo.
Ahora bien, si te preguntas, ¿cómo le voy a decir de repente que no quiero nada más que divertirme, o que realmente quiero una relación formal? Ah, pues a través de estas sencillas preguntas y respuestas que pueden hacer casualmente.
Otra regla es jamás decirle al otro cómo comportarse. ¿A qué nos referimos con ello? A que tampoco podemos condicionar u obligar al otro a que sea como nosotros queramos. “La otra persona es un adulto y no le va a gustar que le digan cómo comportarse.
Hacer esto es ofensivo y humillante. A su vez, la otra persona puede llegar a asumir una posición sumisa, o bien, rebelde, a la defensiva”. Y aquí ya no hay una relación basada en la libertad. No hay nada mejor que tener una relación libre, donde las dos personas caminen en paralelo.
La tercera regla es reconocer que sólo yo puedo satisfacer mis necesidades y que nadie más lo va a hacer.
“Cuando establecemos relaciones donde esperamos que el otro sea quien nos dé lo que necesitamos o esperamos, el resultado es fatal”.
La clave está en reconocer que el otro u otra no puede atinarle a lo que yo quiero, pues no tiene mi historia de vida. Al hacer esto, eliminamos falsas expectativas, dejamos de esperar que el otro adivine o satisfaga mis deseos.
Por ejemplo, si no te gustan las flores porque te recuerdan a los cementerios, entonces debes expresar esto, nos comentó Nilda. Por más que la otra persona considere que es el regalo más romántico o que le parezca el máximo detalle que le puede dar a una persona, si a ti no te gusta, simplemente no te gusta.
Tus amigos o amigas y tú deciden salir el viernes por la noche. Al llegar al lugar, una persona se te acerca. Comienzan a platicar, intercambian teléfonos y deciden salir al día siguiente.
Todo está perfecto. Tú quieres conocerlo/la, tampoco te niegas a relacionarte con más gente y pasarla bien. No tienes intención alguna de formalizar con nadie. Sin embargo, la otra persona sí. Oh-oh. Houston, tenemos un problema.
¿O no?
No, en realidad, no. No hay ningún problema. El problema reside en la falta de comunicación y en las falsas expectativas.
Platicamos con Nilda Chiaraviglio, psicoterapeuta, escritora, conferencista y Fundadora de Clínica Crisálida, quien nos platicó cuáles son las tres reglas en las que se basa el éxito de una relación sin compromiso.
“Lo primero es establecer qué significa un compromiso. La palabra viene del latín ‘compromissum’ que significa un acuerdo hecho delante de un árbitro, que puede ser ante la ley, o bien, un terapeuta o un representante de la Iglesia que medie el comportamiento de ambas personas que asumen este acuerdo. Todas las relaciones que no tienen esto son sin compromiso”, nos dijo Nilda.
Para que una relación de cualquier tipo arranque, se requiere un solo encuentro que se puede dejar abierto (o no) y, posteriormente, surge la posibilidad de una segunda oportunidad para verse. “Las personas van ajustando esto en la medida en la que van conociendo al otro o a la otra y reconociéndose a sí mismos. Cada quien decide qué es lo que quiere y es muy importante expresarlo”.
Por tanto, el primer secreto es la comunicación mediante preguntas y respuestas en donde se establezcan los recovecos del acuerdo.
Ahora bien, si te preguntas, ¿cómo le voy a decir de repente que no quiero nada más que divertirme, o que realmente quiero una relación formal? Ah, pues a través de estas sencillas preguntas y respuestas que pueden hacer casualmente.
Otra regla es jamás decirle al otro cómo comportarse. ¿A qué nos referimos con ello? A que tampoco podemos condicionar u obligar al otro a que sea como nosotros queramos. “La otra persona es un adulto y no le va a gustar que le digan cómo comportarse.
Hacer esto es ofensivo y humillante. A su vez, la otra persona puede llegar a asumir una posición sumisa, o bien, rebelde, a la defensiva”. Y aquí ya no hay una relación basada en la libertad. No hay nada mejor que tener una relación libre, donde las dos personas caminen en paralelo.
La tercera regla es reconocer que sólo yo puedo satisfacer mis necesidades y que nadie más lo va a hacer.
“Cuando establecemos relaciones donde esperamos que el otro sea quien nos dé lo que necesitamos o esperamos, el resultado es fatal”.
La clave está en reconocer que el otro u otra no puede atinarle a lo que yo quiero, pues no tiene mi historia de vida. Al hacer esto, eliminamos falsas expectativas, dejamos de esperar que el otro adivine o satisfaga mis deseos.
Por ejemplo, si no te gustan las flores porque te recuerdan a los cementerios, entonces debes expresar esto, nos comentó Nilda. Por más que la otra persona considere que es el regalo más romántico o que le parezca el máximo detalle que le puede dar a una persona, si a ti no te gusta, simplemente no te gusta. 0 Comentario Sé el primero en comentar
“Si yo satisfago mis necesidades, tengo mucho para dar. Cuando estamos vacíos, no podemos dar lo que no tenemos. Las limosnas sólo construyen relaciones miserables que son buenas para sufrir”.
Ahora bien, ¿qué pasa en las relaciones sin compromiso? “Cuando la diferencia entre ambos tiene que ver con los valores o los proyectos o la calidad de vida que tenemos, pero convergemos en ciertos puntos como el sexo o actividades como patinar, pintar o bailar, entonces lo mejor es reducir el vínculo o la relación a lo que es disfrutable.
De esta manera no habrá falsas expectativas ni sufrimiento por ninguna parte. Porque si pretendo que el otro me dé algo que no puede o no quiere dar, se convierte en una situación ofensiva para él o para ella. Lo que me da es insuficiente, lo hace sentir insuficiente y esto a nadie le gusta”.
Vamos, se trata de disfrutar en vez de añorar. Y si esto no te ajusta entonces: a otra cosa mariposa.
“Es central que en cualquier tipo de relación se disfrute lo que el otro me ofrece, en vez de enfocarme en lo que me falta. Si la otra persona no quiere nada a futuro y yo, sí, entonces lo mejor será voltear a ver a otros rumbos. Todos felices y todos contentos. Nadie se ve obligado a hacer algo que no quiere”.
En conclusión: generar expectativas para que el otro sea la persona que yo quiero que sea es garantía de la frustración En vez de frustrarme lo mejor es cultivar relaciones disfrutables y no hacer sentir a los demás que son insuficientes para nosotros.
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Los ‘millennials’ y los académicos cuestionan cada vez más el mito del amor romántico y exclusivo. ¿Va la monogamia camino de convertirse en algo anticuado?
Cuando Giazú Enciso, doctora en Psicología Social especializada en afectos y feminismo, escribía en 2001 su tesis sobre poliamor, la gente solía mirarla perpleja y preguntaba qué era eso. Bueno, explicaba ella, la verdad es que el asunto tampoco era algo tan nuevo aunque sí lo fuera el término. “Los primeros datos sobre no monogamia vienen del Paleolítico. En los sesenta y setenta ya había artículos sobre la práctica de tener más de una relación sexual o romántica de forma consentida. En los ochenta estaba de moda ser swinger y el intercambio de parejas. Pero la primera vez que se usó la palabra poliamor fue en 1990 en un artículo. En esa década también se habló mucho de placer femenino, y Ética promiscua, el libro de referencia de Dossie Easton y Janet Hardy, se publicó en 1997”, recuerda casi 20 años después de publicar su trabajo, el primero en español sobre el tema.
Morning Glory Zell-Ravenheart fue quien acuñó la palabra poliamor en un artículo, y poco después volvió a emplearla en una convención neopagana. Lo que entonces trataba de definir no era algo tan radicalmente nuevo, —el apareamiento y las relaciones románticas múltiples tienen una larga y diversa historia—, pero, desde aquellos orígenes neohippies y alternativos, se ha pasado a un escenario francamente distinto. El poliamor ha dejado los márgenes para ocupar el centro de un buen número de debates y estudios. El mundo académico y, en particular, la sociología, la psicología y la filosofía viven un boom de publicaciones sobre alternativas a la monogamia desde hace 10 años. Y en las ciencias naturales, la discusión sobre las tendencias naturales del ser humano viene de largo. Algunas investigaciones aseguran que la exclusividad sexual no es innata y que contribuyeron a ella factores como las enfermedades de transmisión sexual y la necesidad de estrechar la cooperación y las relaciones de parentesco. Este mes, un estudio identificó los genes relacionados con la tendencia a la monogamia, pero la dificultad para examinar las interacciones entre cultura y biología hace imposible dar respuestas tajantes a la pregunta de si los humanos somos monógamos por naturaleza.
Históricamente, la institucionalización de esta exclusividad se ha producido en el matrimonio, pero lo que hoy muchos consideran el culmen de una relación solía ser un instrumento para asegurarse propiedades, estabilidad financiera o conexiones. El amor era una enajenación temporal o un ingrediente que podía ayudar a sobrellevar una unión de por vida. Casarse empezó a ser visto como un vínculo fruto de una relación romántica en Occidente a partir del siglo XIX, cuando se empezó a hablar de poner el corazón por delante del bolsillo. Desde entonces, la lista de lo que debe aportar la pareja, en una relación larga y exclusiva, no ha hecho más que crecer: debe dar estabilidad, pero también novedad; seguridad, pero también misterio. La pareja debe ser amante, ancla, ofrecer la mejor amistad y consejos, además de, llegado el caso, apoyar al máximo en la crianza. Y sobre todo, debe encarnar el amor verdadero, un sentimiento legendario y apasionado, del que no se duda y que nunca se apaga. El discurso está presente en todas las películas, en todas las canciones, grabado a fuego en nuestro cerebro. La experta en teoría de género Coral Herrera lo describe como “la utopía colectiva”. Y añade que el sueño difundido es “encontrar a nuestra media naranja para encerrarnos en una burbuja de amor romántico”.
Este supuesto amor, tan único, exige renuncias: principalmente, al sexo con otras personas. Puede haber otras relaciones, pero “solo una tiene el apoyo social, solo una está certificada como correcta, apropiada”, señala la educadora y activista LGTBQI (lesbianas, gais, transexuales, bisexuales, queer e intersexuales) Brigitte Vasallo en Pensamiento monógamo, terror poliamoroso. “Es un compromiso simbólico, el pago que se hace para adquirir esa legitimidad: yo no me acostaré con nadie más, pero, a cambio, nuestra relación será superior a las demás”.
Hoy muchas voces defienden que los modelos están cambiando. El pasado octubre, en la Universidad Carlos III de Madrid, decenas de veinteañeros atendían a una conferencia titulada Lejos de la monogamia. Se debatió sobre cómo abrir de forma ética un noviazgo, sobre relaciones no jerárquicas, sobre si el poliamor es, por defecto, feminista. Al acabar, varias chicas se acercaron a Noemí Casquet, una youtuber con más de 100.000 seguidores que desentraña conceptos como el de polidramas (por ejemplo, los celos de metamores, las otras parejas románticas o sexuales de tu pareja).
¿Se está abriendo el abanico de las formas de relacionarse? Es complicado decir si en la actualidad hay un mayor rechazo a la monogamia porque, para empezar, es difícil precisar cuántas relaciones no exclusivas existen. Las uniones de más de dos no están reguladas, en general, aunque hay religiones y países como Marruecos que admiten la poligamia, y recientemente (en Brasil y Colombia) ha habido casos en los que se ha aceptado. Pero más allá del plano legal, lo cierto es que apenas hay cifras claras sobre relaciones no monógamas, y las pocas disponibles vienen de EE UU y son dispares. Según un informe del Journal of Sex & Marital Therapy de 2016, una de cada cinco estadounidenses (un 20%) asegura tener o haber tenido una relación consensual fuera de la pareja. Otros estudios colocan el porcentaje en ese país en torno al 4%, equiparando sus dimensiones a las de la población LGTBQI (según algunas estadísticas, también muy variables).
Pedimos que la misma persona sea a la vez amante, amiga, consejera y compañera de crianza
Lo que sí abundan son pistas, indicadores de que el tabú de la no monogamia se diluye, de que se habla más de ello. Sobre todo en Internet. En la lista de palabras googleadas en 2017 en EE UU, en la categoría de relaciones, “poliamor” fue la cuarta más buscada. Las redes sociales también son clave para que las comunidades que rechazan la monogamia se encuentren y se apoyen, especialmente fuera de la heteronormatividad. Y ahí es fácil toparse enseguida con el mapa que ideó en 2010 Franklin Veaux, educador sexual y coautor de Más de dos. Usando la teoría de diagramas de Venn, Veaux trata de poner orden y categorizar, con decenas de clasificaciones y superposiciones, desde relaciones abiertas a poligamia religiosa, pasando por la polifidelidad (una relación romántica o sexual que implica a más de dos pero no permite relaciones fuera del grupo sin un acuerdo). También tiene su sitio la anarquía relacional, que, según la activista y educadora Roma de las Heras, implica que no se establece una “diferencia entre vínculos románticos o no románticos como amistades, familia, relaciones de crianza o cuidado. Y si lo hace, no privilegia los primeros sobre los últimos”.
El mapa de Veaux no ha parado de crecer y en Occidente la no monogamia empieza a dejar de ser tabú. Conceptos como fidelidad, adulterio, cuernos, van mutando. Muchos millennials han crecido en un ambiente más liberal e informado y ven como una opción más, por ejemplo, el poliamor. A esto, sostienen algunos, ha contribuido la visibilidad de la comunidad LGTBQI, que ha abierto la puerta a cuestionar lo establecido.
Una prueba más de que las relaciones no normativas han dejado los márgenes se encuentra en las pantallas. En los dos últimos años Netflix ha estrenado Tú, yo y ella, comedia sobre una pareja enamorada de una tercera persona; Nola Darling, versión de la película de Spike Lee de 1986 sobre una joven con tres amantes, y Wanderlust, sobre un matrimonio que prueba a salir con otros, además de varios documentales sobre la monogamia. Los actores de Hollywood también hacen de altavoz, con Scarlett Johansson declarando que la exclusividad “no es natural”; y la antigua niña Disney Bella Thorne, presentando a su novia y su novio. La no monogamia ética —las relaciones consentidas con otros fuera de la pareja— cuestiona los vínculos íntimos y emocionales que establecemos entre nosotros, personal y colectivamente. ¿Es esta una época en la que se consumen amores, amistades o parejas de forma vertiginosa, como productos? ¿Qué es la fidelidad realmente? ¿Tener varias parejas simultáneamente rompe dinámicas de poder y patrones de antaño? Abundan las preguntas que cuestionan un tipo de relación que, aunque no sea monógama, deja las cosas como están. Muchos activistas defienden que la no monogamia es una decisión esencialmente política, que va mucho más allá del sexo y la esfera íntima. “La monogamia no se desmonta follando sin más, ni enamorándose simultáneamente de más gente, sino construyendo relaciones de manera distinta que permitan follar más y enamorarnos simultáneamente sin que nadie se quiebre en el camino”, escribe Brigitte Vasallo. Pero, claro, no faltan quienes, aprovechando el discurso de la no monogamia, van dejando cadáveres a su paso.
Abundan las críticas a una no monogamia que no es política y consume relaciones como productos
Para la periodista británica Laurie Penny, que lleva 10 años practicando el poliamor y habla de ello en Bitch Doctrine, hay algo profundamente millennial en este cambio. “Algo unido a esta generación temerosa, frustrada, sobreanalizada, con un sentido exagerado de las consecuencias de sus acciones y el impulso de hacer el bien en un mundo loco. Queremos la libertad sexual y el amor libre que nuestros padres disfrutaron, al menos en teoría, pero también una comprensión más profunda de lo que puede ir mal. Queremos diversión y libertad, pero también sacar buena nota en el examen. Queremos hacer lo correcto”.
Cabe esbozar una sonrisa cínica ante todo esto, pero entonces se pasarían por alto las pertinentes preguntas que esta nueva reflexión sobre el amor plantea: qué significan los roles de género, el significado del compromiso, el porqué de los celos. En definitiva, ¿qué es eso tan complicado de amar a otros?
Link Original.
https://elpais.com/elpais/2019/01/22/ideas/1548152386_924628.html